Byron,
qué dulcemente triste es tu melodía,
sosegada
armoniza al alma con lo frágil,
como
si la Piedad, con suave, inusual énfasis
hubiera
hecho sonar su elegíaco laúd y, estando cerca,
tú
hubieras esas notas apresado, sin dejar que muriesen.
Encubriendo
pesares no eres menos
exquisito;
tú vistes tu amargura
de
un luminoso y esplendente halo;
como
cuando una nube vela una luna de oro
y
sus bordes adquieren brillantes resplandores,
o,
atravesando el manto de la noche, surgen rayos de ámbar,
o
como se deslizan blancas vetas por el oscuro mármol.
Sigue
cantando, cisne moribundo. Sigue, sigue contando
el
cuento que enajena, donde el dolor es dicha.
Título original: “To
Lord Byron”, 1814. Traducción de Lorenzo Oliván.
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