Siguiendo la
costumbre que se ha puesto de moda últimamente, publico mis cuatro libros de
relatos de fantasmas en un solo volumen, con la adición de algún escrito de la
misma naturaleza.
Me dicen que han
gustado a un sector de mis lectores; si es así, he alcanzado plenamente la meta
que me propuse al escribirlos y no hay necesidad de hacerlos preceder de
ninguna disquisición sobre cómo los escribí. Sin embargo, puesto que los
editores me reclaman un prefacio, lo dedicaré a contestar a algunas preguntas
que me han hecho.
La primera es si
estos relatos están basados en experiencias personales mías. La respuesta es
no, salvo en un caso que indico en el texto mismo, en el que la idea me la
proporcionó un sueño. O si son versiones de experiencias de otros. Tampoco. ¿Y
sugeridos por mis lecturas? A eso es más difícil contestar de manera concisa.
Hay otros que han escrito relatos en los que hablan de arañas horribles —por
ejemplo Erckmann-Chatrian en un cuento admirable titulado L’Araignée-Crabe— y de cuadros que cobran vida; los juicios
Nacionales proporcionan el lenguaje del juez Jeffreys y de los tribunales de
fines del siglo XVII, y así sucesivamente. Los lugares son de inspiración
diversa: si alguien siente curiosidad por mis escenarios locales que tome nota
de que St. Bertrand de Comminges y Viborg son localidades reales; en «¡Silba y
acudiré!» tenía en el pensamiento el pueblo de Felistowe; en «Una historia
escolar», Temple Grove, East Sheen; en «El tratado Middoth», la biblioteca de la
Universidad de Cambridge; en «El cercado de Martin», Sampford Courtenay, Devon;
que las catedrales de Barchester y de Southminster son una mezcla de
Canterbury, Salisbury y Hereford; que Herefordshire es el escenario imaginado
de «Panorama desde una colina», y el Seaburg de «Un aviso a los curiosos» es
Aldeburgh, Suffolk.
Que yo sepa, no tengo
ninguna deuda con la literatura o las leyendas locales, orales o escritas,
salvo la de haber tratado de que mis fantasmas se comporten de acuerdo con las
reglas del folclore. En cuanto a los fragmentos de aparente erudición que hay
diseminados en estas páginas, casi ninguno es invención pura; por supuesto, jamás
ha existido el libro que cito en «El tesoro del abad Thomas».
Otros me han
preguntado si tengo alguna teoría sobre el modo de escribir relatos de
fantasmas: no tengo ninguna que merezca ese nombre, o repetir aquí. En el
prefacio a Ghosts and Marvels [The
World’s Classics, Oxford, 1924] pueden encontrarse algunas ideas al respecto.
No existe una receta más eficaz que otras para triunfar en este género de
ficción. Como dice el doctor Johnson, el juez último es el público: si le
gusta, está bien; si no le gusta, no sirve de nada explicarle por qué debería
gustarle.
Una pregunta
complementaria: ¿creo yo en los fantasmas? Aquí contesto que estoy dispuesto a
tomar en consideración cualquier testimonio, y a aceptarlo si lo encuentro
convincente. Y la última: ¿Voy a escribir más relatos de fantasmas? A esta
pregunta me temo que debo contestar que probablemente no.
Como hoy en día sin
acompañamiento bibliográfico eres un cero a la izquierda, añado unos cuantos
datos sobre las distintas colecciones y sus contenidos.
Ghost Stories of an Antiquary la publicaron (como
las demás) los Sres. Arnold en 1904. La primera edición incluía cuatro
ilustraciones de James McBryde. De ese volumen, «El álbum del canónigo
Alberico» lo escribí en 1894 y lo publiqué poco después en la National Review. «Corazones perdidos»
apareció en la Pall Mall Magazine. De
los cinco siguientes relatos, la mayoría de los cuales los leí a los amigos en
Navidades en el King’s College de Cambridge, sólo recuerdo que «La habitación
número 13» lo escribí en 1890 y que «El tesoro del abad Thomas» lo compuse en
1904.
El segundo volumen, More Ghost Stories, apareció en 1911. De
los siete relatos que contiene, los seis primeros son producción navideña; el
primero de ellos («Una historia escolar») lo escribí especialmente para la
escuela de coro del King’s College. «Los sitiales de la catedral de Barchester»
se publicó en la Contemporary Review.
«El señor Humpreys y su herencia» lo escribí para completar el volumen.
La tercera colección,
titulada A Thin Ghost and Others y
formada por cinco relatos, apareció en 1919. De ella, «Un episodio de la
historia de una catedral» e «Historia de una desaparición y una aparición»
fueron colaboraciones para la Cambridge
Review.
De los seis relatos
que contiene A Warning to the Curious,
publicada en 1925, el primero, «La casa de muñecas embrujada» lo escribí para
la biblioteca de la Casa de Muñecas de su Majestad la Reina, y posteriormente
apareció en la Empire Review. «El
Libro insólito de Oraciones» vio la
luz en la Atlantic Monthly; el relato
que da título al libro, en el London
Mercury; y otro, creo que «Los mojones de una propiedad vecina», en una
publicación efímera llamada The Eton Chronic.
Parecidas publicaciones efímeras se encargaron de publicar el resto de los
textos (excepto uno), de los que no todos son estrictamente relatos. Uno de
ellos, «Ratas», escrito para At Random,
fue incluido por lady Cynthia en una antología que llevaba por título Shudders. La excepción, «El pozo de las
lamentaciones», lo escribí para el grupo de Boy
Scouts del Eton College y se leyó en una reunión junto al fuego de
campamento en Worbarrow Bay, en agosto de 1927. Después lo imprimió solo, en
una edición limitada, Robert Gathorne Hardy y Kyrle Leng en Mill House Press,
Stanford Dingley.
En los últimos años
han aparecido cuatro o cinco de estos relatos en antologías de este género, y
en 1919 se publicó una versión noruega de cuatro del primer volumen, realizada
por Ragnhild Undset, con el título de Aander
og Trolddom.
Título original: “Preface” en The Collected Ghost Stories of M.R. James, 1931. Traducción de Francisco Torres Oliver.
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