viernes, 31 de agosto de 2012

Prefacio. M. R. James.


Siguiendo la costumbre que se ha puesto de moda últimamente, publico mis cuatro libros de relatos de fantasmas en un solo volumen, con la adición de algún escrito de la misma naturaleza.
Me dicen que han gustado a un sector de mis lectores; si es así, he alcanzado plenamente la meta que me propuse al escribirlos y no hay necesidad de hacerlos preceder de ninguna disquisición sobre cómo los escribí. Sin embargo, puesto que los editores me reclaman un prefacio, lo dedicaré a contestar a algunas preguntas que me han hecho.
La primera es si estos relatos están basados en experiencias personales mías. La respuesta es no, salvo en un caso que indico en el texto mismo, en el que la idea me la proporcionó un sueño. O si son versiones de experiencias de otros. Tampoco. ¿Y sugeridos por mis lecturas? A eso es más difícil contestar de manera concisa. Hay otros que han escrito relatos en los que hablan de arañas horribles —por ejemplo Erckmann-Chatrian en un cuento admirable titulado L’Araignée-Crabe— y de cuadros que cobran vida; los juicios Nacionales proporcionan el lenguaje del juez Jeffreys y de los tribunales de fines del siglo XVII, y así sucesivamente. Los lugares son de inspiración diversa: si alguien siente curiosidad por mis escenarios locales que tome nota de que St. Bertrand de Comminges y Viborg son localidades reales; en «¡Silba y acudiré!» tenía en el pensamiento el pueblo de Felistowe; en «Una historia escolar», Temple Grove, East Sheen; en «El tratado Middoth», la biblioteca de la Universidad de Cambridge; en «El cercado de Martin», Sampford Courtenay, Devon; que las catedrales de Barchester y de Southminster son una mezcla de Canterbury, Salisbury y Hereford; que Herefordshire es el escenario imaginado de «Panorama desde una colina», y el Seaburg de «Un aviso a los curiosos» es Aldeburgh, Suffolk.
Que yo sepa, no tengo ninguna deuda con la literatura o las leyendas locales, orales o escritas, salvo la de haber tratado de que mis fantasmas se comporten de acuerdo con las reglas del folclore. En cuanto a los fragmentos de aparente erudición que hay diseminados en estas páginas, casi ninguno es invención pura; por supuesto, jamás ha existido el libro que cito en «El tesoro del abad Thomas».
Otros me han preguntado si tengo alguna teoría sobre el modo de escribir relatos de fantasmas: no tengo ninguna que merezca ese nombre, o repetir aquí. En el prefacio a Ghosts and Marvels [The World’s Classics, Oxford, 1924] pueden encontrarse algunas ideas al respecto. No existe una receta más eficaz que otras para triunfar en este género de ficción. Como dice el doctor Johnson, el juez último es el público: si le gusta, está bien; si no le gusta, no sirve de nada explicarle por qué debería gustarle.
Una pregunta complementaria: ¿creo yo en los fantasmas? Aquí contesto que estoy dispuesto a tomar en consideración cualquier testimonio, y a aceptarlo si lo encuentro convincente. Y la última: ¿Voy a escribir más relatos de fantasmas? A esta pregunta me temo que debo contestar que probablemente no.
Como hoy en día sin acompañamiento bibliográfico eres un cero a la izquierda, añado unos cuantos datos sobre las distintas colecciones y sus contenidos.
Ghost Stories of an Antiquary la publicaron (como las demás) los Sres. Arnold en 1904. La primera edición incluía cuatro ilustraciones de James McBryde. De ese volumen, «El álbum del canónigo Alberico» lo escribí en 1894 y lo publiqué poco después en la National Review. «Corazones perdidos» apareció en la Pall Mall Magazine. De los cinco siguientes relatos, la mayoría de los cuales los leí a los amigos en Navidades en el King’s College de Cambridge, sólo recuerdo que «La habitación número 13» lo escribí en 1890 y que «El tesoro del abad Thomas» lo compuse en 1904.
El segundo volumen, More Ghost Stories, apareció en 1911. De los siete relatos que contiene, los seis primeros son producción navideña; el primero de ellos («Una historia escolar») lo escribí especialmente para la escuela de coro del King’s College. «Los sitiales de la catedral de Barchester» se publicó en la Contemporary Review. «El señor Humpreys y su herencia» lo escribí para completar el volumen.
La tercera colección, titulada A Thin Ghost and Others y formada por cinco relatos, apareció en 1919. De ella, «Un episodio de la historia de una catedral» e «Historia de una desaparición y una aparición» fueron colaboraciones para la Cambridge Review.
De los seis relatos que contiene A Warning to the Curious, publicada en 1925, el primero, «La casa de muñecas embrujada» lo escribí para la biblioteca de la Casa de Muñecas de su Majestad la Reina, y posteriormente apareció en la Empire Review. «El Libro insólito de Oraciones» vio la luz en la Atlantic Monthly; el relato que da título al libro, en el London Mercury; y otro, creo que «Los mojones de una propiedad vecina», en una publicación efímera llamada The Eton Chronic. Parecidas publicaciones efímeras se encargaron de publicar el resto de los textos (excepto uno), de los que no todos son estrictamente relatos. Uno de ellos, «Ratas», escrito para At Random, fue incluido por lady Cynthia en una antología que llevaba por título Shudders. La excepción, «El pozo de las lamentaciones», lo escribí para el grupo de Boy Scouts del Eton College y se leyó en una reunión junto al fuego de campamento en Worbarrow Bay, en agosto de 1927. Después lo imprimió solo, en una edición limitada, Robert Gathorne Hardy y Kyrle Leng en Mill House Press, Stanford Dingley.
En los últimos años han aparecido cuatro o cinco de estos relatos en antologías de este género, y en 1919 se publicó una versión noruega de cuatro del primer volumen, realizada por Ragnhild Undset, con el título de Aander og Trolddom.


Título original: “Preface” en The Collected Ghost Stories of M.R. James, 1931. Traducción de Francisco Torres Oliver.



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